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In our parish community, we often find ourselves sitting side by side in the pews, united in our faith but sometimes unknown to one another. It is essential for us to embrace the call of Christian hospitality, actively reaching out to our fellow parishioners, and fostering meaningful connections that strengthen our sense of community if we are to live our mission to Grow Passionate Disciples of Jesus Christ.

Recently, my wife and I, while sitting on the couch on a Friday, made a spontaneous decision to invite several parish families to our home for a barbeque and potluck on Sunday (two days aways). What began as a simple gathering turned into an enriching experience that highlighted the true power of Christian hospitality. As we gathered, shared a meal, and engaged in heartfelt conversations, we witnessed the beautiful fruit that emerges when we step out of our comfort zones and create opportunities for genuine connections.

It was a joy to see parishioners, who had been attending Mass in the same parish for years, finally getting the chance to meet face-to-face, share stories, and discover common interests. The atmosphere was filled with laughter, warmth, and a genuine sense of belonging. As parishioners, we were actively building the bonds of community, bridging the gap between familiar faces and forging new friendships.

Christian hospitality is not merely a polite gesture or a social obligation. It is a transformative act rooted in the teachings of Jesus Christ. In the Gospels, we see how Jesus welcomed all, breaking bread with sinners, embracing the marginalized, and extending love to those marked as unworthy by those around them. He reminds us that when we open our hearts and our homes, we imitate His example and create spaces for the transformative power of His love to work in our lives and in the lives of others.

As we reflect on the beauty and impact of our own hospitality experience, I am inspired to extend this invitation to our entire parish community…well not for everyone to come to our house for a barbeque, but for everyone to engage in their own form of hospitality. Let us step out of our comfort zones and actively seek opportunities to reach out to our fellow parishioners, especially those on the fringes of our community. Whether it's through hosting gatherings, participating in parish events, or simply engaging in genuine conversations after Mass, let us embrace the gift of community and build lasting connections that nourish our souls and strengthen our faith.

In the words of St. Peter, let us "be hospitable to one another without complaining" (1 Peter 4:9). As we do so, we open doors not only to our homes but also to our hearts, fostering a culture of belonging, love, and unity within our parish family which are all key to the process of growing passionate disciples of Jesus Christ.

May we all strive to be instruments of Christian hospitality, extending the warm embrace of community to those around us. Together, let us actively build a vibrant and inclusive parish where every person feels seen, valued, and welcomed.

By Ricardo Valdez, Director of Evangelization


Fomentando la Hospitalidad Cristiana: Construyendo Comunidad, un Encuentro a la Vez

En nuestra comunidad parroquial, a menudo nos encontramos sentados uno al lado del otro en las bancas, unidos en nuestra fe pero a veces desconocidos el uno para el otro. Es esencial para nosotros abrazar el llamado de la hospitalidad cristiana, acercarnos activamente a nuestros compañeros feligreses y fomentar conexiones significativas que fortalezcan nuestro sentido de comunidad si queremos vivir nuestra misión de cultivar discípulos apasionados de Jesucristo.

Recientemente, mi esposa y yo, mientras estábamos sentados en el sofá un viernes, tomamos la decisión espontánea de invitar a varias familias de la parroquia a nuestra casa para una parrillada y comida compartida el domingo (dos días de distancia). Lo que comenzó como una simple reunión se convirtió en una experiencia enriquecedora que destacó el verdadero poder de la hospitalidad cristiana. Mientras nos reunimos, compartimos una comida y participamos en conversaciones sinceras, fuimos testigos del hermoso fruto que emerge cuando salimos de nuestras zonas de comfort y creamos oportunidades para conexiones genuinas.

Fue un placer ver a los feligreses, que habían asistido a Misa en la misma parroquia durante años, finalmente tener la oportunidad de conocerse cara a cara, compartir historias y descubrir intereses comunes. El ambiente estaba lleno de risas, calidez y un genuino sentido de pertenencia. Como feligreses, estábamos construyendo activamente los lazos de la comunidad, cerrando la brecha entre rostros familiares y forjando nuevas amistades.

La hospitalidad cristiana no es simplemente un gesto de cortesía o una obligación social. Es un acto transformador enraizado en las enseñanzas de Jesucristo. En los Evangelios, vemos cómo Jesús acogió a todos, partiendo el pan con los pecadores, abrazando a los marginados y extendiendo su amor a los que los que los rodeaban los consideraban indignos. Él nos recuerda que cuando abrimos nuestros corazones y nuestros hogares, imitamos Su ejemplo y creamos espacios para que el poder transformador de Su amor obre en nuestras vidas y en las vidas de los demás.

Mientras reflexionamos sobre la belleza y el impacto de nuestra propia experiencia de hospitalidad, me inspira extender esta invitación a toda nuestra comunidad parroquial... bueno, no para que todos vengan a nuestra casa para una parrillada, sino para que todos participen en su propia forma de hospitalidad. Salgamos de nuestras zonas de comodidad y busquemos activamente oportunidades para acercarnos a nuestros compañeros feligreses, especialmente a aquellos que están al margen de nuestra comunidad. Ya sea organizando reuniones, participando en eventos parroquiales o simplemente participando en conversaciones genuinas después de la Misa, abracemos el don de la comunidad y construyamos conexiones duraderas que nutran nuestras almas y fortalezcan nuestra fe.

En palabras de San Pedro, "acójanse unos a otros en sus casas sin quejarse" (1 Pedro 4:9). Al hacerlo, abrimos las puertas no solo de nuestros hogares sino también de nuestros corazones, fomentando una cultura de pertenencia, amor y unidad dentro de nuestra familia parroquial, que son claves para el proceso de crecimiento de discípulos apasionados de Jesucristo.

Que todos nos esforcemos por ser instrumentos de la hospitalidad cristiana, extendiendo el cálido abrazo de la comunidad a quienes nos rodean. Juntos, construyamos activamente una parroquia vibrante e inclusiva donde cada persona se sienta vista, valorada y bienvenida.

Por Ricardo Valdez, Director de Evangelización